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Visitas que me hacen ser feliz.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Cápitulo 1 - Madurando.

Laura ya sabía cual era su destino. Amaba a Jorge,con el cual llevaba ya un año y quería estudiar medicina. Pero de repente su vida dio un giro de ciento ochenta grados, sucedió algo que la hizo madurar a sus dieciséis años, quizás demasiado pronto o demasiado tarde, cada persona era un mundo. Aquella morena de ojos azules se despertó a las cinco de la mañana con una llamada a su móvil de Matilde, la madre de su novio; Jorge había tenido un accidente muy grave y se había caído de la moto de su hermano, Sergio, el cual conducía aquella noche ya que era mayor de edad. Jorge había resultado herido grave, pero Sergio consiguió romperse solo un brazo y una pierna. Laura se despertó y fue corriendo a la habitación de su única hermana y mayor que ella, Verónica y le contó lo que había pasado. Esa noche los padres de ellas habían salido a celebrar el cumpleaños de un compañero de trabajo de Javier, su padre. Laura siempre recordaría esa noche, no solo porque era en la que su novio, al que a pesar de ser joven amaba con toda su alma, si no porque esa noche su madre se encontraba más guapa de lo normal, se había puesto un vestido azzul turquesa, el color favorito de Laura y Verónica y al parecer el de su madre también. El vestido no era ni muy corto ni muy largo, lo justo para insinuar sin provocar. Llevaba lentejuelas rositas que lo hacían incluso mucho más bonito. Ese vestido era el favorito de Verónica, quizás por lo bonito que era o por que a ella le encantaban las cosas nuevas. Quizás su madre también estaba tan guapa porque, quizás por primera vez en la vida de ambas, la habían visto con tacón y la raya pintada. Verónica le dio permiso a Laura para que fuese al hospital, ya les contaría luego a sus padres lo sucedido. Laura cogió una camiseta blanca de media manga y botoncitos en el pecho y unos vaqueros. Se puso sus zapatillas más cómodas y salió corriendo a la parada del metro y cogió la línea que la dejaba en la puerta del hospital. Entro corriendo por la puerta y pregunto la habitación de Jorge Crespo. La 107. Subió las escaleras corriendo mientras susurraba 107,107,107,107,107... Llegó, atravesó la puerta y allí estaba Sergio, en silla de ruedas y desolado, llorando con la cabeza en las rodillas. A Laura se le rompía el corazón al ver a Sergio lamentándose de lo que le estaba pasando a su hermano. De repente se oyó en la sala el pi piiii piiiiiii piiiiiiiiiiiiiiiii. No podía ser Jorge se estaba muriendo y ella no podía hacer nada. Bueno sí, le besó los labios en la que podía ser su última vez. Lo hizo intensamente pero con prisa y salió corriendo a buscar a una enfermera. Demasiado tarde, ya nadie podía hacer nada por Jorge. Se había reunido con el creador de todo y había dejado a Laura triste y sola, a su hermano desolado y a su madre con ganas de irse detrás de él. ¿Y su padre? Su padre ya les había dejado años atrás, dejándolos a todos desolados. Ahora solo eran Jorge y Matilde, solamente ellos dos...

Laura lloraba mientras se vestía con esos vaqueros negros que tanto le gustaban a ese que antes era su novio, el que había muerto un día atrás, llevándose toda la luz del Sol de ese 13 de septiembre, un día después del cumpleaños de una amiga que para Laura era como su hermana, el cumpleaños de Sandra. Había sido un día muy feliz para las dos, habían paseado por el parque y habían llegado a llorar de la risa. Quién les iba a decir que dos días después estarían llorando las dos por un motivo distinto, por un motivo de tristeza. Laura lloraba por la pérdida de la persona más especial de su vida, a la que le gustaba llamar NOVIO y Sandra, por el amigo de la niñez que con el paso de los años le había robado un pedacito de su corazón en el que ponía MI ÚNICO MEJOR AMIGO.  Sandra estaba con los ojos rojos y sin rimel ni raya, para que no se le corriesen con las lágrimas que ya casi no salían de sus ojos después de toda la noche llorando. Aún así estaba guapísima, con esa falda negra y esa camiseta que era de un morado casi negro. Ese día merecía ir de luto, habían perdido a un ser muy querido para ellas dos, pero lo que no sabían era que ambas habían empezado a madurar.

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